Cuestión de sensibilidad
Este post tiene mucho que ver con otro que titulé hace unos días "De la lealtad y otras cosas importantes". Y tiene que ver también con la música. En este caso con una canción que todo el mundo conoce y canta en las noches de juerga que dice algo así como: "Una piedra en el camino, me enseñó que mi destino era rodar y rodar". Y, ¿por qué la canción? Porque me ha parecido mejor empezar con música que con una máxima como la que sigue: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra".
Hace unos días, en el post al que antes aludía, hablaba de la lealtad y de la falta de correspondencia. Estos días pasados me he referido a las acciones que producen reacciones y a la necesidad de aceptarlo. Y ahora vuelvo con el tema de las piedras porque, aunque parezca mentira, una no aprende de sus propios errores. Y, en mi caso, en lugar de rodar y rodar o rodear la piedra, que es lo que hace el común de los mortales, me dedico a golpear la piedra una y otra vez tratado de convertirla en pequeños cascotes que se dispersen en el camino y hagan la vereda más fácil. Sin embargo, cuando uno rompe la piedra y camina sobre sus trozos, estos se clavan en los pies con cada nuevo paso que das.
Hace unos cuantos años, la lealtad, la honestidad y la sinceridad (que, por otra parte, son cualidades imprescindibles en mi trabajo) me costaron el puesto de trabajo. Y parece que voy camino de que ocurra lo mismo. Está claro que hay algunos estamentos en los que las palabras no significan lo mismo que en otros. Porque cuando mis amigos me dicen: sé sincera, lo que se supone que esperan de mi es que yo les dé mi opinión, independientemente de si es de su agrado o no. En mi ámbito laboral, el decir sé sincero quiere decir: miénteme como un bellaco porque no aceptaré otra cosa y, además, siempre recordará que me dijiste la verdad pura y dura y te cobraré el peaje que eso supone.
El hecho de ir cumpliendo años tiene muchos inconvenientes y algunas ventajas. Entre ellas se cuenta sobre todo el hecho de que uno ya no está dispuesto a someterse a determinados condicionantes. Hay momentos en la vida en los que no se puede doblar la cerviz cada vez que el jefe pasa por su lado. Y no sólo eso sino que no le duelen prendas en responder y opinar sobre los pronunciamientos del que ejerce el poder.
Y en ese momento me encuentro. Aunque dicen que con la dignidad no se come y que es preciso guardarse el orgullo, hace tiempo que estoy cansada de que quienes ejercen su poder sobre mi trabajo sólo destaquen mis errores (que los hay y abundantes porque cada día tomo muchas decisiones) y se olviden de los aciertos (que también son prolijos y públicos).
Uno de mis superiores, cuando el otro día le decía que me sentía tratada de forma injusta a pesar de mi dedicación y esfuerzo, me respondió asegurando que eso era una cuestión de sensibilidad. Pues si, es verdad. Es una cuestión de sensibilidad recordar que un tiene un hijo enfermo y a pesar de que ha pasado un día de perros tratando de solucionar el problema, ha cogido el tren a la hora que debía para realizar un viaje de trabajo. Es cuestión de sensibilidad recordar que tus trabajadores siguen en la oficina mientras tu te has cogido fiesta para que cuando vuelvas el lunes tengas preparados los documentos que necesitas. Es cuestión de sensibilidad preguntar a alguien cómo se siente cuando te percatas de que tiene los ojos llenos de tristeza o un catarro que le impide incluso hablar. Es cuestión de sensibilidad reconvenir a tus empleados en el despacho y no delante de otras tres o cuatro personas que rápidamente propagarán la historia por toda la oficina. En definitiva, es cuestión de sensibilidad recordar que la persona que está a tu lado tiene una vida diferente a la tuya y que merece un respeto.
Por eso, porque es cuestión de sensibilidad, yo recuerdo cada año su cumpleaños. Porque es cuestión de sensibilidad, cada lunes pregunto qué tal ha ido el fin de semana, aún a sabiendas de que la mayoría de las veces sólo recibiré un gruñido como respuesta. Porque es cuestión de sensibilidad, me preocupo cuándo su familia ha tenido un percance y me intereso por ella. Porque es cuestión de sensibilidad, cuando fallece un familiar me acerco a ofrecer el consuelo que me queda. Porque es cuestión de sensibilidad sonrío cada vez que entro en el despacho tratando de aportar un poco de luz a una vida tan seria. Porque es cuestión de sensibilidad me he mordido la lengua durante mucho tiempo, respetando su autoridad y tragándome el orgullo.
Pero como es una cuestión de sensibilidad, yo también tengo mi ego. Y está cansado de que lo pisoteen. Porque, entre unos y otros, algunos con buenas intenciones y otros con no tantas, me conducen por caminos que no son los que yo elijo. Porque es cuestión de sensibilidad, estoy decidida a vivir de una vez la vida que yo quiero. Sin condicionantes, sin cortapisas morales o religiosas, sin automutilaciones.
Y después, como cada reacción a una acción, tendré que asumir las consecuencias. Pero eso ya es otra historia.
3 comentarios
Lamia -
Amam, vengo diciendo hace mucho que mi trabajo me aporta conocimientos, fundamentalmente, de psicología. Y, es verdad, a final de mes hay que cobrar que tengo que seguir pagando la hipoteca de mi minipiso.
amam -
carlitos -