13 de octubre. En el Pilar
Esta mañana he vuelto al Pilar. Ayer, la lluvia torrencial que cayó sobre Zaragoza casi ahogó las plegarias de los miles de oferentes que recorrieron las calles de la ciudad hasta llegar a la Basílica. Esta mañana, sin embargo, el perfume de las flores, que rodeaban la estatua de la Virgen como un manto olfativo, llevaban hasta ellas las oraciones que quedaron flotando en la plaza.
Dentro de la iglesia, el rumor de la masa acompañaba la ofrenda de frutos que las casas regionales llevan a cabo ya dentro de la Santa Capilla.
El altar mayor, sin embargo, estaba en silencio. Tan silente como es posible mientras miles de personas se pasean por el templo como si estuvieran en el mismo salón de la ciudad. Allí, bajo el púlpito, había un pequeño espacio para la reflexión. Un rato de calma abrazada en la Fe, la que siempre me da fuerzas para seguir adelante.
Las iglesias son lugares aptos para la reflexión y el análisis. En un mundo en el que el ruido lo impregna todo, llena nuestros días y hasta nuestras noches, no es fácil encontrar espacios de silencio y tranquilidad; requisitos imprescindibles, por otra parte, para poder hacer pequeños parones en esta vida de locos que llevamos y que tan deprisa consumimos, y poder analizar lo que nos ocurre, cómo lo vivimos, y lo que es más importante, cómo lo incorporaremos a nuestro acervo para, una vez asimilado, seguir adelante.
Las iglesias me ofrecen siempre ese espacio vacío en el que poder volver la vista hacia el interior. Un lugar en el que escuchar esa voz callada que nos advierte, nos reconviene, nos felicita, nos recompone, en definitiva. Allí he encontrado una vez más la paz que el espíritu anhela. He indagado en mis sentimientos más profundos. Y he vuelto fortalecida de un viaje interior que a veces asusta pero que nos devuelve al lugar correcto.
Y después, emergiendo del silencio, he vuelto al color de las flores, al perfume múltiple y variopinto que ofrece la mezcla de gladiolos, claveles, margaritas, rosas.... Y una amiga, reciente pero querida, me ha regalado un ramo de flores. Margaritas y claveles. Que he querido fotografiar. No son las flores que más me gustan pero si el hecho de que alguien, que ha visto más allá, ha tenido el detalle de acordarse de mi y componer una melodía floral en rosa y blanco.
2 comentarios
Lamia -
Luisa -
Un besote, guapa.