Los hombres que no amaban a las mujeres
Este fin de semana he puesto fin al libro de Stieg Larsson, "Los hombres que no amaban a las mujeres". He de reconocer que, aunque las pasadas navidades, el libro me llamó la atención desde el escaparate de "La Casa del Libro", el título me disuadió de llevármelo a casa. Sin embargo, no pude resistirme a sus cantos de sirena demasiado tiempo y, sobre todo, no quise obviar las recomendaciones de algunos amigos que lo habían leído o se encontraban inmersos en su lectura.
"Los hombres que no amaban a las mujeres" es un texto de contenido duro al que le cuesta arrancar y tienen un final inesperado. He de reconocer que precisamente las palabras de quienes me habían precedido en su lectura me animaron a continuar porque contrariamente a lo que hice durante mucho tiempo (es decir, leer cualquier cosa que caía en mis manos de principio a fin sin reparar en su calidad ni su contenido), a estas alturas no me duelen prendas en dejar inconclusa una lectura que no me atrapa, no me atrae o no me dice nada. El tiempo es tan escaso que es preciso gastarlo con diligencia.
Evidentemente, no ha sido el caso de la obra de Stieg Larsson, una publicación que su autor no llegó a ver porque falleció poco antes de que saliera a la luz pública. Su libro retrata paisajes que no me resultan desconocidos.
Pero no voy a hablar de la dureza del libro, ni de cómo sufren sus mujeres protagonistas. Y no lo voy a hacer atendiendo a la sugerencia que alguien, a quien encontré por casualidad el pasado viernes y cuya presencia fue una sorpresa muy agradable, me hizo en el sentido de que dote a mis escritos de una mayor alegría. No tengo yo la sensación, y ya lo he dicho antes, de que mis escritos sean tristes. Sólo son reales.
Pero en cualquier caso, sirva este post para hablar de hombres que sí aman a las mujeres. Y creo que el primero de la lista está siempre mi cuñado, que ama a mi hermana desde que casi tengo recuerdo y que ha luchado por ella y junto a ella durante los últimos años. Un hombre que siempre ve la vida en su justa medida y que pone ese poso de serenidad a todo lo que hace aportando a la familia el equilibrio preciso.
Otro hombre que ama a las mujeres es D., que no sólo cuida a su mujer como si acabara de conocerla sino que también quiere y respeta a sus amigas en la misma medida o mayor en la que ellas lo hacen con él.
También P., a quien reencontré hace poco tiempo después de muchos años, ama a las mujeres. Las ha amado siempre. Y ha velado por ellas atendiendo a sus más nimios deseos. Cuidando esos pequeños detalles que nos hacen sentirnos felices.
Y creo, en definitiva, que acabo de conocer a otro hombre que ama a las mujeres. De sus palabras deduzco que siempre se ha encontrado cómodo entre ellas. De las féminas dice haber aprendido muchas cosas. Hacia ellas demuestra un respeto constante.
Pensar en ellos me reconcilia con el género opuesto. Y, además, siempre que pienso en ellos sonrío. Bueno, he de confesar que algunos me hacen sonreír más que otros. Aunque los quiero a todos. Bueno, también he de confesar que a uno más que a los otros.