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De blogs, bitácoras y paréntesis

De blogs, bitácoras y paréntesis

 

Mi querido profesor y Alas de Plomo han coincidido estas semanas pasadas en una reflexión relativa al tamaño e influencia de los blogs. Mientras uno se centraba en los blogs nacionales y aragoneses, el otro cruzaba fronteras y reproducía un artículo de Sarah Lacy en el que la periodista norteamericana explicaba que el blogging ha pasado de ser un mero fenómeno de aficionados a convertirse en un nuevo medio de formación de opinión. Del post de Alas de Plomo saco la conclusión de que si él es un blogueñín (como se autodenominaba cariñosamente), yo soy una blogueñinica. De la información que ofrece el artículo de Sarah Lacy deduzco que soy lo que, en una traducción muy libre, podría denominarse blogger por amor al arte. Es decir, aquel que lo hace por el mero gusto de llevarlo a cabo.

 

También he descubierto que lo que yo creía ser un blog ha resultado ser una bitácora. En definitiva porque, aunque lo que me empujó a entrar en la blogosfera fue la necesidad de encontrar una obligación para recuperar el hábito de la escritura creativa, a estas alturas de la película se ha convertido en el medio que me permite expresar mis estados de ánimo, desengaños, aspiraciones, miedos y deseos. Por lo tanto, blanco y en botella: bitácora.

 

En esta bitácora pues he contado vivencias, desengaños, historias reales o imaginadas, aventuras, desventuras... A través de ello seguro que habéis podido inferir algunas de mis actitudes vitales. Sin pretender hacer una declaración de principios, debería haber iniciado mi blog como hace India en una de sus canciones: "Dicen que soy". Aunque no me siento identificada con la letra, porque habla de una mujer completamente opuesta a mi, sí que me ha hecho pensar en el hecho de que todos tenemos una parte de nosotros mismos que nos resulta difícil aceptar porque encarna todo aquello que no nos gusta de nuestra personalidad. Desde hace unos días, y después de haber asegurado "dicen que soy una tía valiente", soy consciente de que no lo soy tanto como creía. Porque está claro que cuando uno hace una afirmación de este tipo debe estar preparado para todo lo que venga después.

 

Y hay cosas para las que, evidentemente, uno no está preparado. Una en este caso, no está preparada. He descubierto que sigo teniendo muchas dificultades para asimilar el rechazo. Debe ser que en esta compleja personalidad, mitad Lamia mitad muchas otras cosas, queda una reminiscencia de aquella época infantil en la que nuestra única aspiración era sentirnos amados. Evidentemente, desde mi más tierna infancia ha llovido mucho y he crecido (física y emocionalmente, es evidente) pero parece que todavía sigo anhelando la aprobación y el cariño de quienes me rodean.

 

Y todo esto me da pie para confesar que los sentimientos son como algunos árboles frutales. De algún hueso que alguien dejó olvidado surge una semilla que, con buen sol y los cuidados necesarios, se desarrolla hasta convertirse en un pequeño esbozo del gran árbol en el que podría llegar a convertirse. Con los sentimientos ocurre lo mismo que con esos pequeños brotes que encontramos en el camino. A veces acontece que viajamos distraídos y no percibimos su presencia pero otras, cuando estamos apunto de pisarlos, bordeamos la vereda para evitar dañarlos. Y si tenemos un poco de tiempo, llegamos incluso a transplantarlos y buscarles un lugar mejor para que se desarrollen.

 

Esas plantas son como los sentimientos también. A veces surgen en el lugar más inapropiado: un terreno estéril sin los nutrientes necesarios para desarrollarse; entre un matorral de espinos, que la ahogarán antes de que se desarrollo; o incluso en un terreno abrupto en el que sabemos que será muy difícil que salga adelante. Pero, aún así, nos empeñamos en que prospere.

 

Y, por encima de todo, los sentimientos son como las plantas porque nadie en su sano juicio las arranca por gusto. Aún a sabiendas de que tendrán un futuro difícil. Sin embargo, prefieren que no salga el sol, que no llueva, que la sombra se proyecte sobre ella para que la planta poco a poco se marchite, sin dolor.

 

Sin embargo, la raíz de ese tallo, que no se ve, que está oculta, se agarrará con fuerza a los estratos de la tierra buscando sustento para la planta, aquello que le permita aguantar la llegada de tiempos mejores.

 

Por eso, los sentimientos son como las plantas: es difícil acabar con ellos. Aún en el mejor de los casos; que es cuando de verdad queremos hacerlo.

 

Y termino diciendo, que aunque me considero con la libertad suficiente para escribir de todo aquello que me ocurre y me preocupa, creo que ya he cargado bastante al personal con mis historias. Voy por ello a tratar de hacer un paréntesis y alejarme lo suficiente como para conseguir que la raíz permanezca hivernando, sin molestar demasiado, esperando que el que conoce el secreto de las flores decida algún día volver a regarla. Quién sabe: quizá la planta vuelva a crecer o haya muerto definitivamente. Sin embargo, ese pequeño esqueje ha conocido un sol que ha brillado como nunca.

Por ello.... Gracias. Muchas gracias.

5 comentarios

carlitos -

Quería decir plenamente feliz y sin matices personales.

Lamia -

Aunque no lo parezca, soy feliz a mi manera, Carlos.

carlitos -

El otro día te dije que te seguiremos leyendo, porque al final, debemos respetar a cada cual por lo que es. Por eso te pido perdón por haber intentado influir en tí. Sé que vas a dar siempre lo mejor de tí y nosotros estaremos esperando que nos des con todo el cariño con el que seamos capaces de poder transmitirte. Así que esperaremos pacientemente a que Lamia sea definitivamente una mujer FELIZ. Y entonces... igual ya ni hacemos maldita la falta con nuestras "chorradas".

Lamia -

Jubi, siento de verdad que te encuentres en una situación así.
Pero me gustaría aclarar una cosa: mi blog nació con la idea de que fuera un espacio de libertad en el que yo pudiera escribir todo aquello que necesitara. Sé que los que me visitáis habitualmente me habéis dicho en varias ocasiones que llevo un tiempo contando penas y tristezas. Lo siento pero yo no quiero que todos se enteren tampoco pero si quiero escribirlo porque eso me ayuda a curarme. Y voy a seguir haciéndolo. No quiero autocensurarme. No aquí. Ya lo hago bastante en mi vida "civil".

unjubilado -

Lamia, nunca he sabido escribir, lo mío ha sido las ciencias, pero no por ello me he amilanado.
Cuando empecé con el blog conocía una docena de palabras, ahora he conseguido llegar a taitantas, pero sigo con él.
Humor, guasa, bromas han sido mis banderas, ello para compensar mis desconocimientos aunque muchos de ellos los he encontrado en la Red.
He plantado alguna semilla en Internet, promocionando algún blog y en la vida real he arrancado alguna planta al borde del camino para traspasarla a un sitio mas seguro.
En esta ocasión te puedo asegurar que estoy muy triste (tengo graves problemas con mi suegro), pero no quiero que todos se enteren.
Si me da tiempo a publicar lo haré como hasta ahora, aunque mi corazón llore de amargura.
Un abrazo