El valor de la sonrisa
Cuando releo las entradas que ido subiendo al blog en los últimos tiempo me doy cuenta de que he podido dar la imagen de ser una persona triste. Y, sinceramente, no es así. Porque, aunque es verdad que el otoño, la luna, las mareas... me afectan, que no corren buenos tiempo, que hay preocupaciones que me quitan el sueño, sin embargo, soy de natural alegre. Quienes me conocen bien saben que siempre tengo una sonrisa a flor de labios para mis amigos., que la carcajada surge sin dificultad y que siempre, siempre, estoy dispuesta a abrazar, achuchar y acariciar a quienes quiero. Algo que, por otra parte, me genera algunos problemas porque los abrazos y caricias espontáneas no parecen estar de moda y a menudo se malinterpretan.
Esta reflexión viene al hilo de un post que ha escrito Nerim en su blog, en el que alude al hecho de que, tras una observación práctica en la calle, ha llegado a la conclusión de que la gente no sonríe. Todo el mundo camina con semblante serio envuelto en sus pensamientos.
A mi se me podría clasificar en el grupo de las despistadas, que deambulan por la calle ensimismada en sus pensamientos. Unas reflexiones que a menudo me hacen rememorar una caricia de mi hijo, el comentario de un amigo, el abrazo telefónico de mi madre con esa fórmula tan infantil que ella sólo conoce y sabe que me gusta, un halago matutino sobre mi aspecto o mi sonrisa... y todo ello me hace sonreír. Y cuando lo hago me siento bella. Porque sé que la sonrisa desentumece nuestros músculos permitiéndonos ofrecer a los demás nuestra cara más amable.
Me gusta sonreír. Lo hago a menudo. Y espero seguir haciéndolo.
3 comentarios
Kamia -
Nerim -
Ya he perdido la costumbre de escribir a cien por hora y a veces me como las palabras.
Otro abrazo
Nerim -
Un fuerte abrazo