Pequeños placeres
La vida está hecha de pequeños placeres. Una sonrisa, un paisaje, un suspiro, una mirada, una visita inesperada, un viaje, un mano que acaricia, un amigo que vuelve...
A veces pensamos que nada merece la pena: el trabajo nos abruma, los problemas nos persiguen, la hipoteca no deja de subir, el sueldo cada vez parece más escaso, el compañero de al lado no deja de incordiar y el jefe... mejor ni hablamos del jefe.
Sin embargo, siempre hay pequeños placeres que hacen que cada día merezca la pena.
Estos últimos años ha habido mañanas en las que no hubiera salido de mi concha, días que hubiera borrado con la misma fuerza con la que las olas arrastran la arena en un día de resaca, momentos que jamás hubiera querido vivir, días para olvidar.
En ese tiempo de tránsito, un pequeño ritual me ayudó a superar cada día. Cuando, al filo de la noche, volvía a mi concha y me encerraba entre velos de tristeza, rememoraba la jornada y me asía a pequeños placeres que me había otorgado la luz: una llamada inesperada, una sonrisa gratuita, un beso de mi hijo, su mano entre mis dedos...
Este fin de semana he vuelto a ratificarme en la idea de que lo que realmente importa son esos pequeños placeres que el día a día nos proporciona y que nos aportan gotas de felicidad que ruedan como perlas hasta engrosar sus paredes con el nácar de los recuerdos.
Los días que se alargan de forma interminable dejando un breve espacio a lo que realmente nos gusta, encuentran sin embargo pequeños intermedios que vienen de la mano de esos pequeños placeres.
Desde el lunes arrastro la niebla que me rodeaba el sábado cuando, a lomos de la moto de mi hermano, recorría la zona más verde de mi corazón. Montañas que emergían sobre prados de bruma, árboles veloces que se escurrían a nuestro lado mientras surcábamos la serpiente moteada de blanco que nos conducía a la cima.
Es una pena que mi falta de habilidad informática me impida colgar en el blog alguna foto del viaje. Pero espero que esta pequeña descripción proporcione a sus lectores una mínima parte del pequeño placer que arrastro desde entonces.
He conseguido resolver el tema de la foto... Así podéis ver algo del paisaje descrito.
10 comentarios
lamia -
reikiaduo -
Lamia -
Gracias por tus palabras.
Un abrazo.
carlos -
Lamia -
laMima -
Son un auténtico bálsamo.
Abrazos.
Lamia -
Disfruta de la compañía porque es más difícil de lo que parece encontrar una buena pareja de baile.
reikiaduo -
Las hayas revestidas de su túnica otoñal de gran gala; los abetos a bosquetes (o salpicados entre ellas) impresionantes en su altura y esplendor y dándoles contrapunto de color y luz; el agua a dos pasos más abajo (en el arroyo) cantando lo que ya quisieran componer nuestros genios de la música; una luz que se cuela entre la floresta que viene "de no sé donde"; por lo demás algún trino o el fuerte grito de un milano o águila en el cielo que no se pueden ver...
Muchas veces sientes que no estás solo, además de la dulce compañia de mi esposa
Y mi teclado no puede explicarlo mejor (uno es de ciencias)
lamia -
Fernando -