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Ventana al Mar

Ventana al Mar

El mar ha vuelto a entrar en mi sueño. Poco a poco, sin estridencias, como llegan todas las grandes cosas. Una vez más me ha sorprendido el color. Azul, añil, verde, ¿o era acaso rojo? Puede ser. Y el olor, ese olor salobre que impregna la piel y los cabellos y que el agua transforma en una capa áspera que arrastra viejos y eternos sueños.

Cuando el mar ha llamado a mi puerta, el sueño vagaba entre tinieblas y lóbregas sombras. Sólo la noche arroja a mi espíritu esa quietud que el alma busca en el bullicio. Pero la calma no siempre llega cuando yo quiero. A veces mi sueño fluye entre antiguas y vanas ilusiones y un futuro incierto que no augura sosiego.

Mientras antes ansiaba el porvenir, como el viajero anhela la fuente que calma su sed, ahora, cada noche, ¿o también de día?, mis ensoñaciones se regocijan en un mañana que ya es ayer.

El mar va y viene, va y viene. Las olas susurran a mi oído y ni aún en sueños puedo obviar su fatiga. Cuando la espuma burbujea en la cima, diseminándose después a través de la bruma, en mis deseos atisbo otro tiempo.

¿Era el momento en que soñaba con ser libre? ¿Era el instante que hoy se me escapa entre las manos como los granos de arena que las olas arrastran mar adentro?

El mar se ha llevado todo. Todo lo que me quedaba. Incluso ha arrancado de mis entrañas ese pequeño y diminuto ser que, en una sucesiva multiplicación de células, pugnaba por subsistir.

Han pasado muchos días y muchas noches. Días de coraje y sentimientos ocultos. Noches de lágrimas y soledad. Pero la intensidad con la que llegó el vacío se mantiene e incluso crece con el transcurrir del tiempo.

El mar no sólo se ha llevado una nueva vida. Las olas, en su devenir eterno, arrancaron de mi lado aquello que más quería: mi amor, mi compañero, mi amante. Fluido regenerador, el agua no ha querido borrar el amargor de mis días.

En sueños, desde la playa, veo la espuma que baña la arena. Una espuma que se riza en la superficie del mar para acabar suspirando sobre la orilla.

Hubo una época en que soñaba despierta. Yo, juventud y libertad, saltaba alegre sobre rocas y arrecifes. Me batía contra los acantilados una y otra vez, una y otra vez, intentando alcanzar lo imposible. Pero la fuerza me sostenía y nada hacía flaquear mis anhelos.

Sin embargo, la lucha me agotó. El vacío creció en mi seno y el viento arrastró mi fuerza. Mi amor se marchó cuando llegó la calma. Mi compañero nunca lo fue y mi amante se perdió en el tiempo.

El mar ha vuelto a entrar en mis sueños, una vez más. Azul, añil, verde, ¿o era acaso rojo? Bermellón como el niño que nunca será. Carmesí como la vida que se escapaba a raudales entre dolores estériles.

Pero la pérdida de esa vida me ha dado una nueva existencia. Los sueños vuelven en la persona de otro niño. Ese ser, que me quiere y me anhela. Ese motor, que impulsa mis deseos. Como el mar, cuando suspira sobre la playa, mi vida se desliza sin estridencias, en silencio.

Pero el silencio, que me llena, no colma mi ansiedad. El corazón late de nuevo ante el amor imposible. No el perdido, sino el que jamás hallé.

Hubo un momento de mis sueños en el que la luz brilló otra vez. Era una luz tímida, apenas visible. Sin embargo, me quemaba como una antorcha de fuego. Esa llama que a veces arde en nuestro interior y que, cuando crece, nos devora arrastrándonos en una caída sin límite.

Pero, una vez más, el miedo me paralizó y alejó la luz de mi sueño.

Esta noche la claridad ha vuelto. Ahora, libre de ataduras aunque todavía llena de soledades, ese pequeño rescoldo que he descubierto en mi corazón se aviva con la brisa. La luz, el viento y el sol se funden en un solo elemento para iluminar la senda por la que camino. El mar vuelve a susurrar su nombre, suavecito, como sin querer. Y yo sigo mi camino sin mirar atrás. Sin atender una llamada que me golpeó el espíritu, una vez, hace ya tiempo, y que yo desatendí por miedo al dolor. Ese dolor que desde hace meses atenaza mi garganta y que, sin embargo, no aporta más que sufrimiento estéril y soledad. Sin embargo, el dolor que la sola mención de su nombre me provoca no es comparable con la impotencia que siento al saber que jamás osé averiguar hacia dónde nos hubiera conducido el viento.

Un torbellino, ciclón quizá con el tiempo. Pero el mar todavía susurra: "no está bien, no está bien...". Cuando las olas vuelven de ese breve viaje que emprenden allende la arena para instantes después desplomarse en la orilla, todavía despliegan su manto salobre para acoger mi recelo.

¿Y qué fue de ti? ¿Acaso rehuyes mi miedo?

Cuando a veces mi sueño rememora aquel primer encuentro, sigo buscando en la sombra la razón de nuestro acercamiento. ¿Fue real o acaso imaginario?

El mar ha vuelto a entrar en mi sueño.

 

 

8 comentarios

Lamia -

¡Tengo tanto miedo!

laMima -

Ese era mi mar Lamia. Ese exacto.Esa es la cadencia de mis olas y hasta mí llega ahora su olor a sal.
Arrastra consigo nombres, como tu mar te los está trayendo. Déjalos entrar. El mar, como dice Luisa, es como la vida: lleva y trae, lleva y trae.....
Déjalos entrar.

Lamia -

Siempre me ha producido una enorme satisfacción ser capaz de traducir en un papel aquellos sentimientos que normalmente permanecen ocultos. A mi me sirve para elaborar mis propias ideas y sentimientos.
Gracias por venir a visitarme. Te echaba de menos. Sólo me gustaría poder visitarte también en tu blog, pero al pinchar en tu nombre no me lleva a ninguna dirección válida. Si algún día te apetece, dime dónde puedo leerte. Y si no, hasta que vuelvas. Espero que sea pronto.

amam -

El mar también tiene un significado muy especial para mí.
No creo que nadie pueda expresar mejor los sentimientos, en este caso también los míos, como tú lo has hecho en este relato. No dejes de escribir y regalarnos tus maravillosas palabras. Gracias y un abrazo

Lamia -

A los tres muchas gracias.
A Celebrador por recordarme siempre que lo que nos rodea sólo nos acompaña. No debemos caer en la tentación de pensar que es nuestro. Cierto.
A Luisa, por entederme tan bien. Espero que pronto comience mi viaje y mi día de sol.
A Nerim gracias por volver por aquí. Nunca desespero ni pierdo la esperanza. Sé que algún día me compensará de todas y cada una de mis pérdidas.

Nerim -

No sabes como me ha emocionado tus letras. Ese mar se habrá llevado algo tuyo pero ten por seguro que te lo devolverá, el mar siempre devuelve lo que se ha llevado.
Te felicito Lamia por saber expresar divinamente tu dolor, tus ansias, tus sueños y tu mar.Una vez leí que cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el espíritu rie por lo que ha encontrado.

Un fuerte abrazo marinero.

Luisa -

El mar lleva y trae, lleva y trae, lleva y trae... a veces golpea fuerte, salta sobre uno, le derriba; pero el mismo mar que trajo la tormenta, brilla deslumbrante al otro día invitando al paseo, al viaje, al descanso, al placer sobre la piel, a la alegría...
Es como la vida, pensé hace ya muchos años una tarde en Ibiza.
Besos, fantástica.

celebrador -

Caray moza, qué bien que te expresas

¿Estas segura de que se los llevó (al uno y al otro) el mar?, como figura literaria es magnífica, pero...

En realidad lo que es verdaderamente tuyo nada ni nadie, y mucho menos ningún mar de esos, te lo podría quitar; acaso es que no eran "tuyos"; acaso solo se les pueda aplicar el Bien - Ven -Idos