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La Cocina

La Cocina

 

Nuestra vida viene marcada por lugares que acumulan recuerdos. Los míos tienen un sitio especial en la cocina de la casa en la que pasé toda mi infancia y buena parte de mi juventud. Un espacio en el que, todavía hoy, me refugio muchas veces buscando esa paz que el ruido que nos rodea tan a menudo nos hurta.

Esta cocina, mi cocina, es grande si la comparo al espacio que en mi casa destino a los mismos quehaceres. Es cuadrada, soleada a pesar de que su única ventana da a un patio interior gracias a que se ubica en un sexto piso. Fresca en verano y cálida en invierno.

La mesa, en torno a la cual se reúne la familia, no tiene cantos, ni aristas. Quizá por eso siempre invita a la permanencia. En torno a ella se han reunido varias generaciones y también a su alrededor tienen siempre un lugar preferente los amigos. Los de cualquiera de los tres hijos, los amigos de los amigos. Los conocidos.

La cocina, que tiene ya más de cuarenta años, conserva en sus paredes el eco de voces perdidas. Una, sobre todo, la más querida. Palabras y silencios. Guarda también susurros de lecciones aprendidas a altas horas de la madrugada. Conserva la huella de las primeras palabras escritas sobre una vieja olivetti. El sonido de los primeros relatos tímidos que se perdieron en el tiempo.

Mi cocina, en la que todavía me refugio siempre que puedo, huele a café, a txistorra, a chipirones, a bacalao... Conserva el aroma de las tardes de rosquillas, el recuerdo de tres pares de pequeñas manos amasando figuras, las risas compitiendo con el ruido de la lluvia golpeando el cristal aquellas tardes eternas de invierno.

Esta semana, una vez más, he vuelto a mi cocina. Ahora ya con un ordenador. Con la conexión a Internet. Con las urgencias de un trabajo. Pero, de toda la casa, sigo eligiendo la cocina. Porque allí siento siempre que he vuelto al hogar. Porque recupero los recuerdos de mi vida. Porque conserva todos los sentimientos que en ella se vivieron. Porque me aíslo. Porque es donde mejor pienso. Porque guarda parte de mi historia sentimental. Porque, sin esperarlo, cuenta ya con un nuevo recuerdo.   

9 comentarios

Mirta - Almond Legen -

SI ALGUNA VEZ FUERA A DISEÑAR LA COCINA DE MI CASA VOY A TENER EN CUENTA TODO LO QUE SURGIEREN EN ESTE ARTICULO

amigoplantas -

Alguna idea me hago, y la gente poniendo (por ejemplo) formas piramidales en sus casas sin ton ni son

Lamia -

Mi querido José María, cuánto he echado de menos tu querida y tu misteriosa. Me alegra saber que andas de nuevo por aquí y que la Navidad haya sido tan placentera. La felicidad, amigo, creo que al final siempre va teñida de un poco de nostalgia. Vuelve pronto, te espero junto al fuego.

Querido Jubi, ¿te das cuenta de que nuestras madres siempre se cuelan por las rendijas de nuestros respectivos blogs? ¡Cuánto les debemos y qué cantidad de recuerdos van ligados a ellas! Un beso.

unjubilado -

La cocina. Recuerdo que cuando era muy joven en la calle Don Pedro de Luna, mis padres habían alquilado un pequeño piso, yo madrugaba y mi madre me ponía una sillita pequeña en la encimera para que estudiara y no pasara frío, mientras ella iba preparando la comida del mediodía.
No había calefacción, ni tele, ni radio, nada más que una radiogalena (http://galenaxq2dwo.blogspot.com/ )constuida por mi padre.
Esa cocina ya no existe, pero me ha traído unos entrañables recuerdos.
Un abrazo

José María -

Mi querida y misteriosa. Bella reflexión y felices pensamientos. Esta Navidad la disfrutamos, como todos los años, con mi mujer y los niños a casa de mis padres. Las cenas o comidas exquisitas pero sencillas. Lo importante era lo que venía después. Conversaciones y anécdotas, recuerdos y proyectos, y hablar, hablar sin parar hasta bien entrada la tarde o noche. También recuerdo que en el sur, en el campo, pasamos los días alrededor de la chimenea, del hogar, conversando, cantando y disfrutando. Ahora, en mi casa, seguimos el mismo ritual y así vamos por la vida: llenos de felicidad o de nostalgia. Según se mire.
Un abrazo,

Lamia -

Amigoplantas... los científicos supongo que sabéis más de eso pero las esquinas no son buenas compañeras de los sentimientos. Y de esto es fundamentalmente de lo que yo hablo habitualmente. Aunque supongo que ya lo sabes.

Carlos, no. La verdad es que la cocina de la que hablo es distinta a la de la foto. Pero tiene mucho de ese fuego ancestral al que te refieres en tu comentario.

Javier, has hecho que volviera a mi mente una imagen de mi madre, rodeada de hilos, agujas y alfileres. En la parte más fresca de la casa, una tarde de cualquier mes de julio de hace muchos años.... Y la radio... efectivamente. Eterna compañera.

Javier López Clemente -

La cocina es el lugar mágico dódne nuestras madres guisaban, nos tomaban la lección y escuchaban la radio entre puntadas de aguja y dedal.

Salu2 córneos.

carlitos -

La cocina, sus olores,cus "calores" y sus sonidos siempre transportan a los momentos en que la familia se reunía junto al fuego del hogar. Cuando la tribu se juntaba alredor de la hoguera a contar historias ancestrales que se transmitían oralmente. Ahora hemos ganado en medios de comunicación pero apenas tenemos el refugio de una cocina de las de verdad. Felicidades por tu cocina (que creo no es la de la foto...)

amgoplantas -

Si alguna vez tuviera un resaurante le pondría mesas redondas, sí, sí, ya se que ocupan mucho peor el espacio disponible, pero es como el vino, tampoco las barricas se hacen paralepipédicas aunque con esa forma se ahorrarían costos porque también se utilizaría mejor el carísimo espacio de las bodegas

Sin embargo..., lo intentaron y fue un desastre, hay implicado un "factor de forma" (si tienes curiosidad hay algo de explicación en Reyno de Hayas)