Pedro y los perretxikos
Este fin de semana he emigrado a las tierras del norte para respirar, aún de lejos, el aire que sopla entre las hayas. La escapada tenía como motivo celebrar el ..... cumpleaños de mi hermana (a mi no m importa pero a ella cada vez le suena peor la pareja de números que le acompañan. Por cierto, su cumple es hoy así que desde aquí le envío el abrazo grandote que no le he podido dar esta mañana en persona. Este fin de semana hemos celebrado también el cumpleaños de mi sobrina-ahijada: ella ha cumplido trece años. Una edad en la que ni se entiende ni la entendemos pero entre todos tratamos de encontrar puntos comunes.
Evidentemente, los hemos encontrado porque disfrutamos mucho del fin de semana. Además de comprar los respectivos regalos de cumpleaños, he tenido tiempo de comprarme un traje de chaqueta en el que hace unos meses no hubiera osado meterme. ¡Estoy encantada!
Y más encantada aún porque, entre celebración y celebración (se me olvidaba que tuve también una cena conmemorativa de varios cumpleaños atrasados), he sido fiel y he permanecido alejada de las tentaciones. A todas salvo una: los perretxikos de mi cuñado.
Pedro antes que cuñado fue amigo. Tanto mi hermana como yo lo conocemos desde que todos nosotros éramos unos críos. Después de algunos años en los que las circunstancias nos condujeron a todos por distintos caminos, el destino volvió a unir a mi hermana y mi cuñado. Y sin remedio. Porque se habían querido siempre, se aman profundamente, y seguirán así.
Mi cuñado, además de muchas otras cosas buenas, es un experto conocedor de las setas y hongos que esconden las sierras de Urbasa y Aralar. En los últimos días de verano e inicio del otoño, mi cuñado consigue las mejores setas (con las que elabora unas croquetas estupendas) y unos perretxikos extraordinarios, condimento indispensable de un revuelto que se va del mundo.
Mi cuñado, al que quiero como si fuera un hermano, sabe que además de los pimientos del piquillo que me prepara cada vez que recalo en su casa, me muero por su revuelto de perretxikos. Y, claro, una cosa lleva a la otra: he pecado. Sólo un poco, lo prometo, pero he pecado. ¡Qué delicia! Ha sido un pequeño paréntesis en este régimen de vida que me he impuesto y del que mi control alimenticio es una mínima parte (aunque importante).
Ahora esperaré a Navidad.
A ver si hay suerte y mi cuñado guarda unos pocos perretxikos para un revueltillo.
7 comentarios
Lamia -
Supermamá, la dieta tiene mucho que ver con la autoestima pero... ya te contaré.
¿Verdad que sí, Inma? Yo me dejo llevar...
Carlos, también así son exquisitos. Pero fue sólo un día... Ja, ja, ja... Ahora he vuelto a la dieta espartana. Y , oye, dos kilos menos esta semana.
carlos -
laMIma -
Un pecado gordo.
En Navidades más y mejor, por supuesto.
Supermamá -
Un fuerte abrazo y gracias por tu paso
bss
JMC -
Y gracias por tus visitas y tus comentarios.
Lamia -
carlos -
Todo esperamos que llegue la Navidad... Ay,las vacaciones!
Un saludo