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Recapitulando

Recapitulando

¿Por qué siempre que vamos al médico el paisaje que vemos desde su ventana es tan inhóspito y el cielo tan gris?

 

¿Por qué a veces resulta más fácil contar a personas que nos son totalmente desconocidas pensamientos tan íntimos que no nos atrevemos a compartir con quienes se encuentran más cerca?

 

¿Por qué el amor tiene que llevar siempre aparejado el sufrimiento?

 

¿Por qué después de todo lo acontecido aún mantengo intacta la capacidad de ruborizarme ante determinadas palabras o sentimientos?

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¿Alumbrará el tiempo la pasión o el silencio?

Perenne tristeza que enjuga el olvido.

El cierzo sopla constante acariciando el helecho.

 

Esa sombra oscura,

compañera que vive en tu esencia,

en tu nombre, en tu ser,

hace que el tiempo sea sólo quimera que mido en silencio.

Sin olvidar nunca que hieres con la intensidad del fuego.  

 

Hoy he vuelto a compartir risas y llantos con mi querida Capycua. Ha habido más llantos que risas y sus lágrimas han anegado también mi corazón, que no encontraba palabras de consuelo que paliaran el dolor que la ha quebrado.

 

Porque lo que está por venir es una página en blanco que debemos escribir cada día, porque estoy convencida de que compartiremos más alegrías que tristezas, porque nuestra amistad ha madurado, porque la quiero un montón, porque ella comparte mis secretos, porque cada palabra suya de aliento es un soplo de aire fresco, porque siempre está, porque no merece este sufrimiento, porque podría ser la luz del helecho que permanece en sombras....porque a pesar de su dolor aún ha querido escucharme....

 

Por todo eso, quiero dedicarle este último poema de la serie.

 

Porque el cierzo, que sopla constante, dirá con el tiempo hacia dónde se inclina el helecho.

 

Aguanta, preciosa. Todo llegará. Y será bueno.

 

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Entre dos puentes, Santa Engracia y Curtidores,

me ha alcanzado tu recuerdo.

Ha llegado hasta los patos, que duermen bajo el helecho.

Me ha rozado tras la higuera,

erguida sin hojas al abrigo de la muralla que la protege del cierzo.

 

Contracorriente, el río ha traído tu nombre,

ahogándome en el recuerdo.

Con la esencia primigenia de la gota que filtra el agua,

senda húmeda y constante,

me ha impedido escapar y ha hecho que fuera a tu encuentro.

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Yo soy luz y tú helecho.

Gota de rocío que resbala en un lamento.

 

Yo soy cierzo y tú silencio.

Campo de amapolas; gavilla de heno.

 

Yo soy fuego y tú hielo.

Ascua encendida y olvido tierno. 

 

Yo soy luna y tú firmamento.

Relámpago y nube; confín y extremo.

 

Yo soy verano y tú invierno.

Tarde de playa y refugio cierto.

 

Yo soy patria. Tú, un bosque extenso.

Hogar y cobijo; flores y hayedo.

 

Yo soy la ola. Tú, un mar que agita el viento.

Sal y espuma; lágrima y anhelo.

 

Yo soy la roca. Tú eres mi arena.

Ardiente abrigo que sacia el deseo.

 

Yo... soy vida.

Y tú, sólo tú, mi aliento.

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Cuando vuelvo la vista atrás veo que esta bitácora, que nació como una breve aventura narrativa, va camino de cumplir los dos años de vida. En este tiempo, he escrito fundamentalmente sobre mi vida, acerca de mis deseos, mis frustraciones, mis sueños. He hablado también sobre lo que me gusta o acerca de mi posición sobre determinados temas o situaciones. Y siempre he procurado hacerlo desde el respeto, con la firme intención de no herir a nadie y sólo con el deseo de dar cauce a un impulso vital.

 

En este camino he encontrado nuevos amigos, he recuperado a otros que creía olvidados, y posiblemente habré perdido también alguno porque el tiempo que le dedico al blog lo detraigo del que antes empleaba en otros quehaceres.

 

Lamia, el alter ego que representa la parte más desconocida de mi misma, ha permitido mostrar una cara que no es la que habitualmente ven quienes me rodean. A veces incluso ha mostrado facetas que yo misma desconocía. En este trayecto, para elaborar mis textos me he inspirado en la cotidianeidad de la vida, en quienes me rodean, en las cosas que me ocurren, en noticias, imágenes, historias...

 

Sin embargo, tanto el blog como yo misma hemos evolucionado y eso me ha permitido afrontar retos que hace un año y medio ni siquiera hubiera soñado. He osado escribir sobre cuestiones de las que desconocía casi todo. He opinado, he llorado, he reído, he cantado... Y en ese camino, he utilizado citas, imágenes, canciones, palabras de otros. Retazos de vidas que tomo prestados y que me han inspirado pequeños mundos privados.

 

Este inicio de año, en el que el silencio que buscaba se ha visto apagado en parte por el ruido que han hecho -mucho- quienes me quieren -mucho- y me han arropado estos días, me ha permitido alumbrar una serie de textos que parten de las imágenes que un fotógrafo generoso como pocos me ha prestado para construir historias imaginadas. A partir de las fotografías de M. A. Latorre, que las ha concebido como una serie única en la que la luz y las plantas son las protagonistas absolutas, yo he desarrollado un conjunto de textos que también constituyen una serie: un continuo que nace del bosque, ése que está lleno de hayedos y en el que mi alter ego busca siempre respuestas.

 

Esta es la primera de las piezas de la serie, que vuelvo a traer aquí a pesar de ya la publiqué hace unos días, y que verá su continuidad con otras tres fotografías y sus correspondientes textos. Cada elemento lleva una numeración, que es la que corresponde a la imagen que le acompaña, porque hasta ahora no he sido capaz de encontrar una palabra que permitiera identificar y resumir los textos. Salvo quizás un nombre propio, que podría englobarlos a todos.

 

 

Si alguien dice que te amo...

pregunta cuánto.

Y te diré: un destello.

El espejo de la luz sobre el helecho caduco;

instante de cordura en un sueño inalcanzable.

El recuerdo del suspiro que la ola bosqueja en la arena.

Un copo de nieve fundido en los dedos. Un pedazo de cielo.

El lamento del cierzo enlazado en un árbol.

El vacío que deja el deseo. Un hilo de seda, un puente.

También un silencio.

 

Si alguien dice que te amo...

pregunta cuándo.

Y yo diré: sólo un momento.

El encuentro de miradas fundiendo el abismo que recrea la Nada.

Espejismo de cuerpos desnudos.

Las burbujas de una copa.

Un reloj de arena.

El sol y la luna. El mar y la roca. La arena y el viento.

Un momento en el ruido.

Y también, ¿por qué no?, en todos los silencios.

 

Si alguien dice que te amo...

pregunta hasta cuándo.

Y, en la distancia, diré: mientras llega tu voz.

Hasta el último aliento.

En cada palabra,

en el brillo de los ojos,

en el gesto: en tu desaliento.

El anhelo de tus besos.                                                                                  

Lo que queda en el recuerdo:

ese calor de tu mano acunando el silencio.

 

Si te dicen que te amo... atiende al viento.

Quizás las miradas, el sol, la luna, la arena, el helecho,

el deseo, el recuerdo, un suspiro o un beso....

puedan vencer este silencio.

De copos de nieve y palabras

He extendido la mano y, entre los dedos, se han deslizado unos copos. Como una caricia, igual que algunas palabras.

La Cocina

La Cocina

 

Nuestra vida viene marcada por lugares que acumulan recuerdos. Los míos tienen un sitio especial en la cocina de la casa en la que pasé toda mi infancia y buena parte de mi juventud. Un espacio en el que, todavía hoy, me refugio muchas veces buscando esa paz que el ruido que nos rodea tan a menudo nos hurta.

Esta cocina, mi cocina, es grande si la comparo al espacio que en mi casa destino a los mismos quehaceres. Es cuadrada, soleada a pesar de que su única ventana da a un patio interior gracias a que se ubica en un sexto piso. Fresca en verano y cálida en invierno.

La mesa, en torno a la cual se reúne la familia, no tiene cantos, ni aristas. Quizá por eso siempre invita a la permanencia. En torno a ella se han reunido varias generaciones y también a su alrededor tienen siempre un lugar preferente los amigos. Los de cualquiera de los tres hijos, los amigos de los amigos. Los conocidos.

La cocina, que tiene ya más de cuarenta años, conserva en sus paredes el eco de voces perdidas. Una, sobre todo, la más querida. Palabras y silencios. Guarda también susurros de lecciones aprendidas a altas horas de la madrugada. Conserva la huella de las primeras palabras escritas sobre una vieja olivetti. El sonido de los primeros relatos tímidos que se perdieron en el tiempo.

Mi cocina, en la que todavía me refugio siempre que puedo, huele a café, a txistorra, a chipirones, a bacalao... Conserva el aroma de las tardes de rosquillas, el recuerdo de tres pares de pequeñas manos amasando figuras, las risas compitiendo con el ruido de la lluvia golpeando el cristal aquellas tardes eternas de invierno.

Esta semana, una vez más, he vuelto a mi cocina. Ahora ya con un ordenador. Con la conexión a Internet. Con las urgencias de un trabajo. Pero, de toda la casa, sigo eligiendo la cocina. Porque allí siento siempre que he vuelto al hogar. Porque recupero los recuerdos de mi vida. Porque conserva todos los sentimientos que en ella se vivieron. Porque me aíslo. Porque es donde mejor pienso. Porque guarda parte de mi historia sentimental. Porque, sin esperarlo, cuenta ya con un nuevo recuerdo.   

Principio de incertidumbre

 

Además de ser el título de una preciosa canción de Ismael Serrano, el inicio de cada año es siempre un "Principio de Incertidumbre". Cada primero de enero marca un hito a partir del cual comienza un periodo inabarcable de doce meses en el que ponemos todas nuestras esperanzas e ilusiones. Siempre pensamos que lo que ha de venir es mejor que lo que pasó. Siempre esperamos que el futuro nos depare cuanta bondad anhelamos. Ponemos nuestras esperanzas en un tiempo incierto en el que deseamos resolver nuestras dudas, nuestras inquietudes. También, ¿por qué no?, nuestros temores y nuestros problemas.

 

Como dice la canción, "puede que todo siga igual" pero "también puede que no sea así". Con el deseo de que el nuevo año haga realidad aunque sólo sea una pequeña parte de nuestros sueños, empiezo el 2009 con música. Una melodía en la que las palabras recuerdan que el hielo puede quemar, existe una posibilidad... y también, podría pasar, que los cañones se oxiden.

Tiempo de silencio

A esta hora de la noche, en la que nada enturbia ya los pensamientos, el silencio crece con la fuerza de una ola enfurecida que el mar arroja contra la roca. Es entonces cuando la mente vuela libre y reconoce el final de un momento, de un periodo, de un año y espera el inicio de otra etapa.

 

El 31 de diciembre es una fecha que viene cargada de significado. Es un instante mágico en el que nos creemos demiurgos con poder para crear un mundo a nuestra medida. Un lugar en el que nuestros deseos puedan materializarse y en el que los sueños, las aspiraciones, los instintos, los impulsos.... sean satisfechos a nuestro antojo. 

 

La noche de fin de año está dotada de esa magia que nos hace pensar que el día siguiente será distinto. Será un periodo en el que no habrá dolor, ni sinsabores. Seremos fuertes, seremos valientes. La serenidad encontrará un espacio precioso en el que se asentará junto a la esperanza.

 

Todo esto llega normalmente con tanto ruido, tan distorsionado, que no somos capaces de reconocerlo. Para mí, sin embargo, el final de este tiempo llega arropado en el silencio. Una quietud en la que miro hacia adentro y encuentro esa serenidad tanto tiempo buscada. Si quiero ver un poco más, tengo que levantar la tapa de ese baúl en el que guardo todo lo mejor de mi misma. Todo lo que conservo para mis amigos, para mi familia. Un espacio en el escondo mis deseos, mis aspiraciones, mis anhelos. Porque son míos (aunque a veces me atreva a compartirlos).

 

La magia de este final de año me atrapa sumida en un silencio que no ha sido elegido pero si aceptado. Un silencio en el que, como dicen Simon y Garfunkel en su "Sound of Silence", "nadie osa enturbiar" (no one dare disturb) y en el que también "la gente habla sin necesidad de palabras" (people talking without speaking).

 

Este tiempo silente que me cobija hace que vuelva a la vista atrás y descubra cómo y dónde me encuentro. Me permite, entre susurros para no enturbiarlo, soñar.

 

Durante unos días me recrearé en el sonido del silencio para volver el próximo año con fuerzas renovadas. Espero que, hasta mi vuelta, el eco de los textos ya escritos permanezca en vuestros oídos  como el rumor de la ola una vez que ha hecho su camino de vuelta al mar. Hacia él trataré de escapar para reforzar el espíritu y afrontar el 2009 con esperanza, arrojo y determinación. Y, sin querer enturbiar el sonido del silencio: Feliz Año Nuevo a todos.

Pregunta

Pregunta

Si alguien dice que te amo...

pregunta cuánto.

Y te diré: un destello.

El espejo de la luz sobre el helecho caduco;

instante de cordura en un sueño inalcanzable.

El recuerdo del suspiro que la ola bosqueja en la arena.

Un copo de nieve fundido en los dedos. Un pedazo de cielo.

El lamento del cierzo enlazado en un árbol.

El vacío que deja el deseo. Un hilo de seda, un puente.

También un silencio.

 

Si alguien dice que te amo...

pregunta cuándo.

Y yo diré: sólo un momento.

El encuentro de miradas fundiendo el abismo que recrea la Nada.

Espejismo de cuerpos desnudos.

Las burbujas de una copa.

Un reloj de arena.

El sol y la luna. El mar y la roca. La arena y el viento.

Un momento en el ruido.

Y también, ¿por qué no?, en todos los silencios.

 

Si alguien dice que te amo...

pregunta hasta cuándo.

Y, en la distancia, diré: mientras llega tu voz.

Hasta el último aliento.

En cada palabra,

en el brillo de los ojos,

en el gesto: en tu desaliento.

El anhelo de tus besos.                                                                                  

Lo que queda en el recuerdo:

ese calor de tu mano acunando el silencio.

 

Si te dicen que te amo... atiende al viento.

Quizás las miradas, el sol, la luna, la arena, el helecho,

el deseo, el recuerdo, un suspiro o un beso....

puedan vencer este silencio.

 

Foto: M. A. Latorre.

Feliz Navidad

Feliz Navidad

Detrás de la niebla siempre hay una luz. Sólo hay que saber esperar.

 

 

Feliz Navidad a todos los que visitáis este hayedo, en el que la Luz Verdadera llega cada 25 de diciembre.

 

La foto es de Pablo, que sin saber dónde iba a acabar, me la ha cedido generosamente.

Maite, maite, maitia

 

En ninguna lengua suena tan dulce la palabra amor como en la que usaron mis ancestros.

Hoy he vuelto a escuchar el Maite maitia de Urko. Aunque la canción habla de un amor que termina, el Hurbilduko banintz/ta ikutuko ba zindut y el Zu ta nik barrik maitasunean me ha hecho soñar que era posible. Porque, sencillamente, no podemos elegir cuando dejar de amar.

 

Maite maite maitia
Zu zara nerea
Zu zara berria
Zu zara negarra
Zu zara irria

Maite maite maitia
Zu zara mailua
Zu zara aizkora
Zu zara egurra
Zu zara burnia

Hurbilduko banintz
ta ikutuko ba zindut

Hemen,
hemen zu ta ni bakarrik,
bakarrik munduan,
bakarrik maitasunean.
Maitasuna.
Zer da maitasuna?
Zer da maitatzea?
Zenbat irautzen du maitasuna?
Zu ta ni bakarrik maitasunean

Maite maite maitia...

Bainan,
Beti dago maitasunean,
bainan zerbait.
Jadanik ezin dezaket maita.
Hain laburra izanik
nere zureganako maitasuna
dagoeneko hillik da

Maite maite maitia...

Amor amor amor
Eres mía
Eres nueva
Eres llanto
Eres sonrisa

Amor amor amor
Eres martillo
Eres hacha
Eres madera
Eres hierro

Si me acercara
y te tocara...

Aquí,
aquí tú y yo solos,
solos en el mundo,
solos en el amor.
El amor.
¿Qué es el amor?
¿Qué es amar?
¿Cuánto dura el amor?
Tú y yo solos en el amor.

Amor amor amor...

Amigos

He pasado el fin de semana arropada por mis amigos.

¿Qué más se puede pedir?

Es curioso pero a veces basta sólo con un silbidito para que aquellos que te quieren bien estén junto a ti. Estoy más cerca de la felicidad de lo que he estado en muchos años.

Vuelve "El Efecto Canapé"

Vuelve "El Efecto Canapé"

Me estoy "quitando".... de comer....

 

Ahora que llega el nuevo año, todo el mundo hace propósito de enmienda y decide "quitarse de algo". Lo más habitual es quitarse del tabaco. Quien mas quien menos, los fumadores claro, cuando empieza el nuevo ciclo deciden que es el momento oportuno para dejar de fumar. Oportuno no, oportunísimo diría yo. ¡Animalicos! ¡Si es que no saben lo que hacen! En medio de las comilonas, reuniones familiares, cenas de empresas... Cuando menos apetece un cigarro (ja y ja) la gente va y decide dejarlo. Yo llevo casi veinte años sin probar un pitillo y todavía cada principio de año me hago el propósito de no volver a fumar. Y eso que este año he andado cerquita de recuperar el vicio. Sólo la visión de mi cartera (siempre con agujeros) más vacía de lo habitual por culpa del tabaco logró mantenerme en mi actual posición antivicio.

 

La gente "se quita" también del alcohol. Que es otra droga perniciosa donde las haya y absolutamente permitida y tolerada. Y no quiero hablar de otro tipo de drogas, de las que la gente se quita con muchísima dificultad si es que alguna vez lo logran. 

 

En mi caso, la comida ha sido y es una droga de lo más atractiva. Cuando estoy triste: como. Cuando estoy nerviosa: como. Cuando estoy contenta: también como. Cuando estoy preocupada: venga de comer oye. Eso si. Sólo hay una circunstancia en la que no como y eso ocurre cuando me enamoro. Como una becerrita. Y una, que es de natural enamoradizo, no había tenido muchas ocasiones para verse en esta tesitura últimamente. Así que en los últimos ocho años había cargado mi esqueleto con veinte kilos adicionales.

 

Para los que, como yo, somos estómagos agradecidos, la Navidad supone la vuelta de "El Efecto Canapé" con toda su virulencia. Para aquellos que no sepan de qué hablo, pueden darse una vuelta por este post y verán a qué me refiero.

 

Pues bien, hoy hemos comenzado la campaña. Menos mal que en esta primera ocasión he llegado tarde y me he tenido que ir pronto. El pecado ha sido únicamente un sorbito de cava para poder brindar con el jefe por la Navidad. Pero, oh dioses, mañana sigo. Con el otro jefe más gordo tenemos otro brindis. La experiencia me dice que en este caso no habrá sólo copita de cava. Sin embargo, creo que también podré escaparme con una sola coca cola entre pecho y espalda para poder caer en brazos de un auténtico festín de pasta y ensaladas en buena compañía, espero, seguidos por unas copitas.... que, me temo, no serán de cava. Menos mal que por la tarde hay baile y eso me hará quemar algunas de las muchas calorías que seguro que se reparten por mis lorzas.

 

¿Y el sábado? Pues el sábado otra comida de amigos... o un viaje. Casi preferiría el viaje porque si trabajo no como. Bueno, como pero menos.

 

¿Y el lunes? Más brindis, con más cava, más comida... Argggggg.

 

Y todo esto antes de llegar a los días críticos: Nochebuena, Navidad, Noche Vieja, Año Nuevo, Reyes... ¿Os suena? 

 

¿Os imagináis sólo por un momento lo que supone para un drogadicto de la comida, como yo, tener que pasar varias horas, durante varios días seguidos, delante de platos y viandas tan apetitosos de aspecto como de gusto sin pecar ni una sola vez? Pues la verdad es que supone una tarea de titanes. Y una fuerza de voluntad sobrehumana.

 

¿Cómo voy a hacer caso de los consejos de Alredor y Carlitos y dejarme llevar por mis impulsos? Que no chicos que no. Que es imposible. Que tengo que seguir domándolos porque se empieza dejando libre un impulso y los demás, cual caballos en manada, salen desbocados en tropel buscando un espacio libre en el que liberar sus músculos. Y, la verdad, últimamente ando muy sobrada de impulsos de todo tipo. Así que mejor no enredar.

 

En fin. Espero que estos días también me traigan horas de baile que contribuyan a contrarrestar El Efecto Canapé y terminemos las fiestas con un honroso empate. No aspiro a perder pero espero no ganar.

 

Ya os contaré.

Cigüeñas

Cigüeñas

El sol se ha despertado hoy cuando yo ya caminaba por el parque. Mientras lo atravesaba, he sentido el frío en los huesos, el aire de este mes de diciembre que va desgranando los días previos a la Navidad. Y apresurada, por ese camino que me gusta, he levantado los ojos al cielo para encontrar dos cigüeñas que regresaban de su primer vuelo. Amplias, elegantes, las alas extendidas, sobre el edificio de las cúpulas doradas.

La foto, aquí.

Impulso

Había un antiguo anuncio de televisión que pasaban habitualmente coincidiendo con la época navideña que decía algo así como:

"Si un desconocido te regala flores.... Eso se llama IMPULSO".

Y resulta que lo que anunciaba era una colonia de nombre Impulso.

Pues bien....

impulso.

(Del lat. impulsus).

1. m. Acción y efecto de impulsar.

2. m. Instigación, sugestión.

3. m. Fuerza que lleva un cuerpo en movimiento o en crecimiento.

4. m. Deseo o motivo afectivo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar.

coger, o tomar, ~.

1. locs. verbs. Correr para efectuar un lanzamiento o un salto con mayor ímpetu.

 

 

¿Y qué hago yo trayendo hasta aquí definiciones del DRAE?

 

Pues que hoy va de impulsos.

 

Y he buscado su significado en el diccionario y me encuentro con la cuarta acepción que dice:

 

"Impulso: Deseo o motivo afectivo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar".

 

Pues ésa soy yo.

 

Que sí, que sí.

 

Que es que soy así: naturalmente impulsiva. Y, efectivamente, mis impulsos a veces impiden que el filtro de la reflexión realice de manera efectiva su labor de contención. Y, lo que hace que las cosas tengan un matiz aún más negativo, es que me da lo mismo.

 

Que sí, que si.

 

Que hago las cosas de manera impulsiva, sin reflexionar, y luego me duelo de sus consecuencias. Pero, insisto, me da lo mismo. Siempre tengo la sensación de que lo que he hecho tenía que ser así.

 

Y resulta que me he dado cuenta de que ahora, en este momento, en estos tiempos, en estos días, frente a mi muy arraigada costumbre, contra mi voluntad, mis deseos y mi espíritu, estoy sujetando mis impulsos. Y ellos, como locos, tirando de mí como caballos desbocados. Y yo, que se supone que tengo raciocinio, y voluntad, y conocimientos, y edad, y todas esas mandangas que te cuentan cuando se supone que hay algo que no debes hacer... me canso de decirles a los impulsos: que no, que no, quietos, quietos, so, so, so, soooooooooo.

 

Y los caballicos a su marcha. Con la melena al viento. Y corriendo como locos, insisto. Que para eso son caballos desbocados.

 

Y claro, al final, ellos a su bola. Porque, además, después de tirar y tirar intentando su doma, los músculos se resienten. Da igual que sean físicos o psíquicos (que también los hay). Que si, que si, que se resienten. Y mucho.

 

Al final, uno acaba agotado. De tanto sujetar...           

 

Y en estas andaba divagando cuando la música se ha colado en el post. La banda sonora de hoy ha venido marcada por dos intérpretes. Por una parte, las canciones de José Luis Perales, a quien he reencontrado en una entrevista que esta mañana le hacía C. Francino en la Ser. Lo reconozco... soy una cursi pero siempre me ha gustado Perales. Y hubiera entrado hoy en este post si no hubiera sido porque en algún momento del día, no recuerdo cuándo ni dónde, he escuchado este "The way we were", que me va como anillo al dedo. Porque, en una comida casi de titulares con una amiga hoy hemos hablado de cómo soy y de lo que debería ser. Y ella, que me conoce muy pero que muy bien, se ha quedado tranquila. Porque, a pesar de todos los pesares, "what´s too painful to remember/we simply choose to forget".

 

Y sigo ejercitando músculos.

 

Por fa... disfrutad del temazo. Momento Barbra Streisand. Simplemente genial. Y aprovechad porque, amenazo, Perales cae un día de estos...

The way we were (Barbra Streisand)

Memories,
Like the corners of my mind
Misty water-colored memories
Of the way we were
Scattered pictures,
Of the smiles we left behind
Smiles we gave to one another
For the way we were
Can it be that it was all so simple then?
Or has time re-written every line?
If we had the chance to do it all again
Tell me, would we? could we?
Memories, may be beautiful and yet
What´s too painful to remember
We simply choose to forget
So its the laughter
We will remember
Whenever we remember...
The way we were...
The way we were...

Los recuerdos iluminan el fondo de mi mente,

la llovizna empaña los recuerdos

de cómo éramos.

Fotografías esparcidas

de las sonrisas que dejamos atrás,

sonrisas que nos dimos uno al otro

Por cómo éramos.

¿Será que era todo tan sencillo entonces,

o el tiempo ha vuelto a escribir cada línea?

Si tuviéramos la oportunidad de hacerlo todo de nuevo

¿dime? ¿lo haríamos? ¿podríamos?

Los recuerdos deberían ser bonitos pero,

lo que era demasiado doloroso recordar

decidimos simplemente olvidarlo.

Por lo tanto, las risas son

lo que recordaremos

cada vez que recordemos

Tal como éramos,

tal como éramos.

Andando a casa

Andando a casa

Esta tarde he vuelto a casa caminando. El cierzo soplaba. Atrevido. De cara. Con la caricia del hielo. Y los pasos, urgentes, han hecho que, por un momento, reviviera un viaje en moto, con el viento jaleando los cabellos, la máquina ronroneando entre curvas camino de aquel pantano que lleva el nombre de una amiga.

 

He disfrutado esa libertad. La que otorga el aire frío del invierno que trae noticias de las cumbres. Sola en el camino, sin retos especiales, sin el peso constante de la mochila de agravios, dolores y anhelos. Solos el cierzo y yo.

 

He elegido el camino que me gusta. Ése que va por detrás, un poco escondido, sin el relumbrón de las luces que iluminan el gran paseo por el que los coches transitan rápido, como si todos supieran dónde ir. Ese camino, un poco más estrecho, un poco más oscuro, ligeramente menos frío, me conduce por la fachada posterior del edificio en el que a veces desemboco.

 

Y mientras lo rodeaba, el pensamiento, libre como un pájaro sin rumbo, ha volado hacia él. Y, por un momento, ese sentimiento, que mantengo bajo siete llaves para que ni siquiera un suspiro lo delate, ha golpeado el candado y ha roto el freno que durante el día le pongo. Y, por un momento (me sentía tan libre), sólo por un momento, he dejado que flotara. Que siquiera por un instante volara a su encuentro. Le he permitido expandirse aún siendo consciente de lo que después me cuesta retenerlo.

 

Pero el cierzo me hacía tan libre que no había coacciones ni censuras. Y mientras caminaba en torno al jardín he soñado flores: amapolas y orquídeas, y margaritas, y rosas... He soñado un cielo azul. Un cierzo frío acariciando las flores.

 

Y al llegar donde la fiesta se tiñe de oro, he devuelto el sentimiento a toriles, como el sobrero que fracasó en la lidia. Y he vuelto a cerrar el candado. Con siete llaves. Y un pasador seguro. Y el cierzo y yo hemos seguido caminando. Solos el cierzo y yo. Juntos. Libres.

 

 

La foto la he "tomado prestada", me temo que sin su permiso, del blog de José Antonio Melendo.

Nada que contar

Llevo un rato sentada ante la pantalla. Primero en el sofá, con La Travista de fondo y el enano montando su fuerte para construir batallas de soldados y caballeros. Después frente a la mesa, con Chopin, que siempre es una apuesta segura. Y ni aún así. Hoy no sale nada. Debo haberme quedado vacía. El peque dice: "¡Déjalo, mami! Ya te imaginarás algo después". Pero yo, erre que erre, soy de las que creo que la inspiración debe encontrarte trabajando.

 

Como en otras ocasiones, he empezado a emborronar páginas. Porque, al igual que ocurre en el deporte, la escritura hay que precalentarla.

 

Quizá es que me he acostumbrado a lo bueno demasiado pronto. Llevo una temporada en la que todos los días encuentro cientos de motivos acerca de los cuales escribir. Y la estructura de la pieza surge casi sin esfuerzo.

 

Sin embargo, para qué hacer las cosas fáciles pudiendo hacerlas difíciles.

 

En lugar de aprovechar lo que naturalmente llega, a veces me pongo tareas. Y en este momento tengo dos pendientes a las que, de ninguna de las maneras, parece que pueda darles forma.

 

Por una parte, he empezado un cuento para una pequeña que está atravesando un mal momento. Bueno, en realidad quizá sea demasiado decir eso de una niña de cinco años pero no es menos cierto que los críos también tienen etapas de crisis como consecuencia de algunos cambios a los que tienen que adaptarse en su desarrollo. Es un cuento que habla de hadas. De hadas que habitan un Bosque de Helechos. Y ahí estoy. No paso de la primera página. Y eso que me siento una y otra vez. Pero nada.

 

Otra de las tareas que tengo pendientes es un sueño sobre una imagen. Un reflejo de hojas y luces que me atraen y sobre los que, de momento, tampoco puedo decir nada. Y las miro. Una y otra vez. Y me absorben como la primera vez que las vi. Sin embargo, parece que mis dedos se resisten a teclear lo que el espíritu todavía desconoce.

 

El proceso de creación en mi caso sigue un camino bastante abrupto. Las ideas surgen en momentos imprevistos a partir de palabras, sonidos, imágenes, noticias, sensaciones... Deben atravesar un espacio desértico en el que permanecen aletargadas en un continuo que me acompaña sin molestar. Vuelven una y otra vez a lo largo de día de distintas maneras. Y les doy una vuelta... y otra. Y añado un detalle... Y no pienso nada... Y me inspiran de nuevo. Se van, vuelven... Y, de repente, un buen día, me siento ante el ordenador y las palabras surgen sin dificultad y los dedos son una línea fluida entre el pensamiento y el relato.

 

Pues bien, en estos momentos, ambas historias, que de alguna manera han nacido entrelazadas porque las dos surgen de la combinación de una imagen y una palabra, están escondidas en mi particular desierto. Y no lo pasan bien. Les falta esa inspiración que nutre los relatos. El espíritu que les ha de dar vida. Y juntas transitan por un espacio frío del que trato de sacarlas sin éxito.

 

Porque, y eso hace tiempo que lo sé, cuanto más énfasis pongo en acelerar el proceso, mayor lentitud aplican las historias al tiempo que precisan para su maduración.

 

Así que no queda más que esperar. Cuando surjan... vendrán a mí con la urgencia del amante. Exigiendo. Hurtando mi tiempo para volcarse atropelladas antes de que la inspiración escape de nuevo a ese tiempo desierto en el que los relatos duermen.

 

Vallenato

Hoy hay luna llena. Para los que hemos nacido para el signo de Cáncer, la luz que proyecta genera en nosotros un estado de ánimo particular, propicio para los sueños.

 

Paseando por la red, he recuperado este vallenato, que forma parte de mi banda sonora del fin de semana y se baila como suena: dulce, suave, como una caricia...

 

La canción dice:

 

Dime que me quieres,

dime que me amas,

que también me sueñas,

que también me extrañas.

 

Serás mi sol

serás mi luna,

serás mi mar

serás mi lluvia.

El fantasma de la ópera

Dicen que las cosas, para que sucedan, primero hay que soñarlas.

(El aria es "Piensa en mí", de El fantasma de la Ópera)